En la región india de Punyab, esta variedad se cultiva con aguas contaminadas y muchos pesticidas
La ceremonia mortuoria por Mukhtiar Kaur es similar a muchas de las que tienen lugar en Mari Mustafa. En este pueblo del Estado indio de Punyab, los asistentes ocupan su puesto habitual en el templo: hombres a la izquierda y mujeres a la derecha. Después confían el alma de la mujer a Dios y expresan sus condolencias al viudo. No es la primera vez que el hombre viene a un ritual así: hace solo un año, perdió un hijo. Entre los habitantes del pueblo está también Gurtej Sinhg, técnico de laboratorio y un miembro conocido de la comunidad. Sinhg ha venido aquí a menudo a llorar a sus seres queridos: el padre, el hermano, un tío y una joven sobrina, todos fallecidos de cáncer, como Mukthiar Kaur.
En 2014, Gurtej decidió iniciar su propia investigación sobre las desmesuradas tasas de cáncer en su aldea. Fue de puerta en puerta y contó un total de 165 habitantes aquejados de cáncer que al final murieron. Y en Mari Mustafa viven 8.000 habitantes. Gurtej culpa de esta elevada tasa de cáncer a los pesticidas y los fertilizantes empleados en la producción de trigo y arroz basmati. Son los principales cultivos para los agricultores de la región del Punyab, en la que cada pueblo tiene al menos una tienda especializada en estos productos químicos. Incluso se sigue usando el Agente Naranja como herbicida, a pesar de que se sabe que causa cáncer de próstata y del tracto respiratorio. “Estos venenos acaban en el agua subterránea y contaminan el medio ambiente”, se lamenta Gurtej.
Hay muchos pueblos como Mari Mustafa. Son localidades rodeadas por arrozales aparentemente infinitos, cubiertos por una neblina y un vapor de agua que apenas deja pasar la luz solar. Fuera de India, el arroz basmati está considerado un excelente producto con denominación de origen. Casi como el champán. Toda la producción se obtiene en una región que se extiende a lo largo de la cadena del Himalaya. Los envases afirman que los punyabíes se refieren al producto como “la reina de los arroces”. Pero, en realidad, los lugareños apenas consumen el arroz que cultivan: o bien no les gusta el sabor o bien no pueden permitírselo. De todo el arroz basmati cultivado en el distrito indio del Punyab, el 80% se exporta al extranjero. El resto se vende en otras partes del país.
El Punyab se conoce como el granero de India desde la década de los sesenta, cuando la llamada “revolución verde” provocó grandes cambios en el sector agrícola de la región. La agricultura se industrializó rápidamente para aumentar la disponibilidad de alimentos y prevenir una hambruna inminente. Pero a la larga, el uso de pesticidas está resultando desastroso. Muchos de los agricultores son analfabetos y no saben utilizar adecuadamente los productos químicos. Y tampoco son conscientes de las consecuencias que el aumento de su uso puede tener para su salud.
Los trabajadores agrícolas de Mari Mustafa empiezan la jornada temprano. Harmesh Singh es uno de ellos: en los días anteriores a la recolección, comprueba a diario el cultivo y los niveles de agua. El resto del tiempo lo dedica a cuidar a su esposa, Mohinder Kaur, a la que le han diagnosticado cáncer por segunda vez en tres años. Los médicos le extirparon tumores en el abdomen, pero la familia no sabe con certeza qué tipo de cáncer padece. “Por lo menos, estoy un poco mejor”, afirma Mohinder, de 48 años. Su hermana mayor falleció de cáncer. “Y a la pequeña también se lo han diagnosticado”.
“Hace 30 años solo sulfatábamos los campos dos veces al año”, le explica a Harmesh. “Ahora los cultivos son resistentes y el suelo se ha vuelto menos fértil. Usamos productos químicos cuatro o cinco veces, para poder obtener la misma cosecha que antes”. Estos productos acaban en el agua subterránea, que ya no es potable, explica Harmesh. Por suerte, él puede permitirse comprarla a una fábrica potabilizadora pública construida en el pueblo en 2013. Pero para los agricultores que rocían el cultivo con los pesticidas, el agua purificada es demasiado cara. Siguen consumiendo el agua subterránea contaminada.
Los pacientes oncológicos que se desplazan al hospital público pueden reclamar una compensación económica. Pero todos los habitantes de Mari Mustafa nos dicen que este reembolso no cubre los gastos reales del tratamiento, y eso si la Administración llega a pagar.
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